Los amarramos a nuestras vestimentas del mismo modo que nos amarramos un hilo alrededor del dedo o del cinturón con el propósito de recordar alguna cosa. Hay quienes afirman que los Tzitzit son una reminiscencia del látigo, y tienen como objetivo hacernos recordar que al final de cuentas somos responsables por todos nuestros actos y faltas. Los llevamos puestos como un recordatorio constante de que debemos obedecer los mandamientos divinos y no extraviarnos en pos de nuestros deseos.
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